Hay un sinfín de asociaciones internacionales que se dedican a medir la libertad de expresión en los diferentes países del mundo. Se mide de acuerdo a que tan libre es el ciudadano, haciendo un enfásis en el ciudadano que se dedica al periodismo, de reportar o hacer pública su opinión sin intervención gubernamental que se la coarte. En general, los países tercermundistas y latinoaméricanos, tendemos a tener "menos" libertad de expresión, sin llegar a los extremos de Cuba o Venezuela.
En nuestro país, somos bastante libres. Esta afirmación la comprueba el hecho de que yo podría escribir lo que me da la gana en este blog, y no caería la fuerza de la ley con toda su potencia sobre mi humilde persona. También se comprueba con el hecho de que cualquier graffitero insulta al Presidente Saca, merecidamente o no, y que yo sepa, no es motivo de irregularidades legales. Hasta los diputados expresan su opinión contra el sistema, de maneras más o menos cavernícolas, y fuera de ser críticados por obscenos, nadie les quita su derecho a expresarse. En resumen, lo que nos impide una opinión franca, clara y sincera en nuestro país, no es el gobierno ni las leyes, ya que hasta la Constitución eleva la expresión como derecho fundamental.
Quienes se rasgan las vestiduras por no ser libres, quejándose de mordazas o de obstáculos, aquellos a quienes les encanta apuntar con el dedo y quejarse, los encargados de informarnos o de hacer llegar nuestras opiniones al público: los medios, son, paradójicamente quienes se amarran su propia mordaza, y con ella nos vamos todos en la colada.
A nadie le publican una opinión contraria a la de los anunciantes del periódico (Been there done that. ¿Artículo rebuznando contra Chavez? Página editorial, parte inferior. Artículo criticando las primarias del partido de derecha? Nunca fue publicado). Ciertos medios solo harán pública información que beneficie cierta corriente política, que es la que paga más. No necesariamente información falsa, pero sí subjetiva y desproporcionada, características que igual la alejan de ser verdadera. Y es cierto, los medios de comunicación son un negocio. Hay que pagar los recibos de alguna manera, y ser picky con la verdad que se publica es una manera de atraer anunciantes que paguen por el negocio.
Por eso, cada vez que un periodista se rasgue las vestiduras, cada vez que se quejen de que les han amarrado una mordaza, deberían recordar que en la calle sí se es libre para dar opiniones, y que quizá quien les tapa la boca es quien les paga el salario. No es ni malo ni bueno. Es lo que hay.