No es necesario un curso básico del pensamiento económico para aprender que todo beneficio tiene su costo. Si no fuera así, muchos cuestionarían la lógica de matarse horas en el gimnasio para conseguir el cuerpo perfecto, o las horas tardías en la oficina o frente a los libros de texto búscando ganarse el sueldo o subir las notas.
Sin embargo, los jóvenes salvadoreños de la generación post-guerra, los que crecimos en un mundo donde los Beatles ya eran leyenda, y en un país donde la energía eléctrica ya no era racionada, tendemos a tomar la democracia por sentado, como algo tan obvio de lo que muchas veces hasta nos damos el lujo de tomar con indiferencia.
No nos fijamos en que el precio de que podamos ir a las urnas, vestirnos o no del color de un partido, apoyar o detestar ciertas ideas, tener opciones, leer diferentes opiniones en un periodico, o incluso, escribir nuestras propias ideas sin peligro de que las consecuencias sean mayores que hacer el ridículo o ganarse el desacuerdo de quienes nos leen, no lo pagamos nosotros.
Lo pagaron los jóvenes que sacrificaron su educación universitaria por agarrar armas e irse al monte. Lo sacrificaron los empresarios que murieron torturados y secuestrados. Lo sacrificaron los hijos de los militares que crecieron sin papás. Lo pagarón otros jóvenes, que se divirtieron amarrados a un toque de queda en el que una salida nocturna con los amigos les podía costar la vida.
La democracia, la lucha por una economía de mercado, los bienes importados, la educación universitaria liberal, los espacios y opciones de pensar diferente, las bondades de las que a veces nos quejamos y creemos merecer, no nos costaron nada por las circunstancias de la suerte que tuvimos al nacer en un El Salvador que se levantaba de los escombros de la guerra.
Ya no es el momento de agarrar las armas y de irse al monte a pelear por los ideales o de poner gobiernos militares para suplir las deficiencias de los gobiernos civiles. Es tarde ya, y sumamente innecesario, fomentar las luchas de clases y la polarización en la sociedad. No es oportuno, a más de 15 años de distancia, retroceder y levantar amnistías para la satisfacción de vendettas personales buscando culpables.
El mejor favor que le puede hacer esta generación a El Salvador, para que la sangre de tantos no haya sido derramada en vano y para pagar los costos de la democracia en que vivimos, es la no indiferencia a la situación política actual. Se dice que hay que aprender de los errores del pasado, y la mejor manera, es ejerciendo los derechos políticos que tanto les costaron a muchos: votando, opinando, informándonos. Procurando ser mejores profesionales y ciudadanos más responsables, para suplir la demanda de un El Salvador que quiere crecer. Comenzando de una vez, a construír el país para el que la generación pasada, dejó tan bien sentadas las bases.
1 comments:
Estoy de acuerdo y no lo estoy al mismo tiempo. Yo tengo mis diferencias con la democracia, pero aparentemente no es la misma democracia que la tuya. Lo que you hold so dear to, no es relamente a la democracia, sino a los beneficios que es logrado a partir de ella: La Libertad de vivir en un sistema hasta cierto punto capitalista.
La democracia es un medio y no un fin. El dia en que la "mayoria" decida retroceder en el tiempo y darle el poder a aquellos cuya idelogia no compartimos habra sido por medio de tu tan preciada democracia. Pero si la respetas tanto como dice no habra manera dew quejarte sin caer en la hipocrecia.
A la democracia hay que agradecerle lo que nos ha traido, pero no caigamos en el error de considerarla la mejor solucion a todos los males. Jamas he creido que la MAYORIA siempre tenga la razon...
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