Los problemas son tan viejos como el mundo. Por supuesto, que han ido evolucionando tanto como el hombre: de buscar refugio ante un par de velociraptors hemos pasado a perder millones en la bolsa de valores; de tratar de sobrevivir ante un diluvio universal a tratar de sobrevivir el greenhouse effect. Lo único que permanece constante es el síntoma que adereza a todas esas jugosas ensaladas: el máldito stress. Sin embargo, la palabra no siempre ha estado entre nosotros. Apenas nació en el siglo 20, de la necesidad de diagnosticar aquel mal tan grave que tantos padecían. Y no será, que el tan acertado diagnóstico, ¿no es más que un sinónimo del verbo vivir?
No quiero sonar fatalista. Ni tampoco mandar a imprimir camisetas con el slogan de "Life is pain", que es tan verdadero como conformista. Me refiero más bien a que la vida es como una bolsa gigante de Jelly Beans de donde el pobre ser humano se va sirviendo a ciegas: algunas veces nos encanta el sabor que nos salió, y otras nos preguntamos quién diablos decidió que Licorice era un sabor que merecía ser incluido. Mi punto, querido lector, con esta metáfora nacida del ocio, este clima infernal, 2 tazas de zanahoria rayada, 1.5 km. en patines y las conversaciones no trascendentales con personas trascendentales en inesperados momentos de irresponsabilidad universitaria, es que no tenemos el poder para cambiar lo que se nos viene encima. Pero si para decidir que cara ponemos cuando nos sale el jelly bean negro.
No quiero sonar fatalista. Ni tampoco mandar a imprimir camisetas con el slogan de "Life is pain", que es tan verdadero como conformista. Me refiero más bien a que la vida es como una bolsa gigante de Jelly Beans de donde el pobre ser humano se va sirviendo a ciegas: algunas veces nos encanta el sabor que nos salió, y otras nos preguntamos quién diablos decidió que Licorice era un sabor que merecía ser incluido. Mi punto, querido lector, con esta metáfora nacida del ocio, este clima infernal, 2 tazas de zanahoria rayada, 1.5 km. en patines y las conversaciones no trascendentales con personas trascendentales en inesperados momentos de irresponsabilidad universitaria, es que no tenemos el poder para cambiar lo que se nos viene encima. Pero si para decidir que cara ponemos cuando nos sale el jelly bean negro.
Estoy segura que no estoy descubriendo al sustituto de la gasolina con esta teoría (pero si alguien puede, hágalo porfa!), pero con ella descubrí mil maneras de sentirme mejor cuando me faltan puestas de sol y personas para compartirlas, cuando me sobran exámenes, responsabilidades académicas y presiones familiares. El acordarme de que hay otras alternativas al Prozac y al cortarse las venas. El acordarme de que vida solo hay una, y que sólo tengo un shot para ser feliz, y que eso solo depende de mi y no de mi familia, el gobierno, o la crisis del petróleo. El sentirme omnipotente al saber que puedo sonreír a pesar de todo, y cuando me de la gana: hasta por culpa de un anuncio que nada tiene que ver conmigo, y cuyo soundtrack no me puedo sacar de la cabeza...
Aclaración importante:
Lo anterior solo aplica siempre que el lector no crea en la reencarnación, en cuyo caso le invito cordialmente a que se corte las venas, game over, y suerte siendo el gusano más eufórico del mundo en la próxima vida.
1 comments:
jajaj me gusto lo leido... de acuerdo con el 90% (nada importante el otro 10%).
Y solo la pequeña aclaración que bajo la teoría de la evolución, los humanos nunca tuvieron que preocupase por los dinosaurios. Ya que nunca coexistieron en el mismo periodo de tiempo... :D
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