La humanidad avanza a pasos agigantados. El hombre ha inventado toda clase de utensilios que además de ser el último alarido de la moda, han llegado a convertirse en verdaderos ahorradores de tiempo, precioso bien de la humanidad. Se ha inventado como lavarse los dientes más rápido, sin mover la mano siquiera. Se le ha ahorrado al ser humano el proceso de servirse cereal, servir la leche y comer. Ahora gran parte de la dieta alimenticia del individuo se compone de productos de “solo agregue agua y ¡listo!”; los carros caminan más rápido también; la tecnología de la comunicación es prácticamente imposible de creer para quienes aún no se acostumbran a ella. Otra cosa en la lista de mejoras: la manera de matar; más rápida y efectiva.
El tema surge de mi observación de un letrero en una de las carreteras de este país (concretamente, con rumbo a San Vicente, lugar al que me dirigí por dos horas para ver vacas por 15 minutos. Es una buena historia, seguramente adornará este blog cualquier día de estos). El letrero inspirador decía con enormes letras blancas MENOS ARMAS = MÁS PAZ. ¡Qué alegre, y qué fácil! Llamaba la atención por lo simplista del argumento, probablemente producto de algún “genio” del marketing de los que abundan, y no de algún estudio de campo econométrico, fáctico y empírico.
Es cierto, son miles las victimas de la violencia a causa de armas en el país y al respecto hay tantas opiniones como muertos. Quienes poseen armas se empeñan en mantener una sociedad armada por la seguridad que da tener la Colt debajo del colchón o el high de sentir como patea la escuadra en el rango de tiro deportivo. Quienes han sufrido pérdidas a causa de esta epidemia de balas imploran a las autoridades mayor control. Las autoridades armadas tachan de ridículos los esfuerzos de las organizaciones anti-armas y estas contraatacan con protestas y manifiestos, no siempre pacifistas y tolerantes, pero eso ya es otra historia.
Esta guerra ideológica no es más que el ojo del huracán que se genera en medio del circulo vicioso de tener armas para “darme seguridad ante la inseguridad de los otros que también tienen armas para su seguridad”. Y mientras se tira y afloja entre los legisladores y las ONGs, los disparos no paran de sonar como morteros en las fiestas navideñas.
Cabe hacer un alto en esta guerra de opiniones encontradas y observar por un momento, con toda la neutralidad que nuestra pobre y limitada subjetividad nos permite, la problemática de las armas. Los periódicos nos ofrendan con portadas y titulares muy parecidos a: “Muere a diario un porcentaje de personas a causa de armas de fuego”, “Bala perdida mata a niña” seguidos por la letanía de sucesos que poco tienen que envidiarle a Columbine en cuanto a violencia o instrumentos. Sin embargo, lo anterior no es del todo correcto. “Bala perdida” no mató a niña. Lo que mató a la niña que jugaba en la calle fue la irresponsabilidad de quien en mal estado o inconcientemente, dejó ir esa bala, o el imbécil súper macho que no tiene ni idea de cómo usar un arma ¿Mueren las personas a causa de las armas de fuego? No. Mueren a causa de las manos que empuñan esas armas de fuego. Esta conclusión no nos lleva a otra cosa más que a darnos cuenta de que probablemente la solución a este mal de violencia que nos carcome como piraña no se debe a las armas de fuego sino a quienes las empuñan y a su libertad mal usada. Si bien es cierto que un control más riguroso en cuanto a la concesión de licencias para la tenencia y portación ayudaría a disminuir el riesgo de morir de esta violenta manera, no necesariamente sería el fin al asunto de las armas. Limitarlas solo aumentaría su uso ilegal, fomentando que el tipo de antipatriotas que harían algo ilegal en la sociedad anden armados.
Por eso, lo siento, Sr. “genio” del marketing. Menos armas no es igual a más paz. Más libertad = más paz. Así de simple.
